Friday, April 30, 2010

Cantos del universo

Pedido del niño a un poeta

Escucha, poeta:
yo quiero un verso
de polvo de estrellas
y del universo.

No quiero a un pastor
que suspira a un lucero,
y arranca una flor
en bello sendero.

Dime de suspiros
interestelares,
y de desconocidos
sistemas solares.

Yo quiero que lleves
al sol en tu rima
y aún que me cuentes
qué cosa lo anima.

Ni quiero que cantes
al ángel risueño
que con luz brillante
vigila mi sueño.

Que hables, yo quiero,
de gigantes novas,
y de huecos negros
que la luz se roban.

Y que tu metáfora
de verso fecundo
cante a la galaxia,
y al confín del mundo.

A errantes cometas,
y a meteoritos;
y a ignotos planetas,
de aquí al infinito.

A los cataclismos
de zonas etéreas,
y hasta al propio abismo
de la antimateria.

Y no hagas, por Dios,
algo extravagante:
Mira que no soy,
ni chico ni grande.

Usa simples voces
de aquel alfabeto
que usaron los dioses
para el Gran Secreto.

Y también las notas
de aquella canción
que usaron las diosas
para la Creación.

Si hacia ti se inclina
tu musa estelar
y al fin te ilumina,
¡te podré escuchar!




Adiós al Hubble

Que sepan los niños del mundo:
Mi vida ya va a terminar,
y pronto mi ser moribundo
será un recuerdo estelar.

Nací en una cuna famosa,
con una misión especial.
Cohetes de espléndida cola
me dieron la fuerza inicial.

Llegué a la órbita Tierra
y ella me acogió contenta:
Amé a mi leal compañera
rodando en su circunferencia.

Mi cuerpo en cilíndrica línea
sostiene dos alas brillantes,
que el sol generoso ilumina
y me sopla una vida constante.

Espejos, en mi ojo astuto
me dieron, por alma y por mente:
Mirando hacia afuera capturo
millones de objetos candentes:

Yo vi los cometas suicidas
en Júpiter yendo a estrellarse,
y en fuego acabaron sus vidas,
en choque, hasta desintegrarse.

Vi discos de gases ligeros
girando en globos gigantes.
Mi sabia pupila tiñeron
asteroides en rutas errantes.

Mi ojo ha visto a otros ojos
que quitan a un sol el aliento:
matemáticos huecos sin fondo,
¿acaso en el túnel del tiempo?

Y a intensas flores de centellas
que flotan en éter profundo:
ahí cuajan millones de estrellas
condensadas en mínimo punto.

La oscura energía que sopla
y acelera la eterna expansión,
mi ojo adivina, y anota,
del cosmos la gran dimensión.

Medí la intención del cometa
que apunta su roca a la Tierra,
y quise saber si en su recta
nos choca o nos roza de cerca.

Y ví que su cola incendiada
pasaría con benevolencia,
e iría a fundirse en llama
de un más gravitante planeta.

La cuna, edad y trayectoria
del cosmos, pude descifrar.
Rodando aprendí su historia,
y aquello que ha sido y será.

Catorce billones de años
y al borde del mismo universo,
absorbo la imagen de antaño
y a ti, en tu pantalla, devuelvo.

Mi meta ya ha sido lograda,
pero antes de irme flotando
cual pez desprovisto de agua,
te rindo el misterio que guardo:

que hay una Unidad en el cosmos
que crea lo inconmensurable,
y es la misma en el microcosmos
de dimensiones inimaginables.

Y es ese el grandioso dilema
envuelto en enigma profundo.
Quien halle el eterno Teorema
sabrá los secretos del mundo.

No busques a Dios...

No busques a Dios en la estatua de yeso
de ojos velados en humo de incienso.
Ni en bellas estampas ni en cruz de un altar,
no importa si es oro o basto metal.
Tampoco lo busques en templos lejanos
o santuarios hechos por humanas manos.
Ni en coro de voces de rica armonía
ni en las cadencias de sus melodías.
Ni en cuevas ocultas o en torres grandiosas
que erigen los hombres a dioses y diosas.
Ni en seres cubiertos de negras sotanas,
o de altos sombreros, o de barbas vanas.
Ni en esos que alegan tratar con misterios,
no importa el rango de sus ministerios.
Ni en el Campo Santo donde al fin reposan
los huesos sin almas en resecas fosas.
Tampoco esta Dios en los libros sagrados
de ayer o de hoy o de tiempos pasados.
No busques, en fin, en mundano sistema
de dogmas, doctrinas, rituales o emblemas.

Búscalo, sí, en la gran geometría
del cosmos y el átomo y en su simetría.
O aún más Allá, en la Causa Primera,
que engendra la luz de galaxias enteras.

O en el solo soplo que anima, constante,
a un caprichoso Universo cambiante.
O en el disonante o sonante acorde
del Universo aparente desorden.

Pues Ello está oculto en el Siempre Infinito
donde muere y renace este cosmos finito,
antes y luego de aquel Primer Acto
que dio a las estrellas el tácito pacto.

Búscalo, al fin, en la forma sin forma
del raro vislumbre que a tu Ser transforma.
Y del Rostro Inefable verás un reflejo,
puliendo tu alma hasta ser Su Espejo.




Arte

Tú que viviste, amigo, en tiempos remotos:
Estoy extendiendo una mano a través del continuo
de tiempo y espacio ignotos.

Veo tu albergue de rocas, de troncos y ramas.
Te ha despertado temprano el graznido de un ave
o el grito de bestia cercana.

Ya han azuzado las brasas mientras tú dormías,
y se ha llenado de luz la pared que labraste
después de la gran cacería.

Y la sombra que el fuego proyecta con luz imprecisa
en el diseño que hiciste en la piedra pulida,
con gesto amoroso acaricia.

Un tubo de hueso o de barro desgrana tres notas
que suben y bajan y llenan la cueva alumbrada;
y rodando, tu música brota.

Presiento el raro anhelo que tu alma contiene,
que deja asomar en tus ojos la gota salada,
y temblando, allí se detiene.

Forma y sonido que tú esparciste en el viento,
sábelo, amigo: viajó hasta mí por el cosmos,
y en mí mueve igual sentimiento.

.


Yo soy algo más

El sol era joven cuando el fuego hervía
en entrañas rojas de nuevos volcanes;
y el mundo giraba y ardía y bullía
y seguía su elíptica órbita fija,
en roca brutal.

La Tierra era eso: una bola encendida
azotada de rayos, de eléctricos vientos,
sin agua, sin mares, sin ríos, sin vida,
era el tiempo extraño de los elementos
del ser potencial.

Al paso del tiempo las piedras hirvientes
mojadas de lluvias perdieron calor;
crecieron los mares, y el fondo bullente
de un caldo viviente produjo el milagro
en cuna de sal.

Moléculas simples un juego iniciaron:
Cadenas crecientes de sus minerales
tejieron racimos y se combinaron.
Y en el vientre oscuro del mar comenzaron
su danza primal.

¿Tal vez fue el Amor, lo que los unía
para que la vida pudiera mostrarse?
¿Ha sido quizás la Primera Alegría
que tuvo el Planeta en tiempos sin nombre
de andar Primordial?

Primero fue apenas un ser transparente,
redondo, sin centro, unicelular.
Más tarde, un microbio con núcleo incipiente,
y luego bacterias y amebas tomaron
el paso inicial.

Tan pronto la vida explotó inconsciente
y sin los recuerdo de formas pasadas,
cada especie a su forma dejó su simiente.
Poblaron mares. Del mar a la tierra
fue el salto crucial.

La tierra ya era burbuja explosiva
de líquenes, musgos, de lianas y palmas,
Surcaban el cielo alas primitivas
y seres terrestres trazaron sus rutas
en corte nupcial.

Mamíferos chicos y grandes surgieron
y otros, que dicen, de mente especial.
Lémures, simios, macacos vinieron
y otros sin pelo y sin cola nacimos
del mismo ramal.

Por eso yo siento que soy barro tibio,
burbuja de aquella noche elemental;
microbio y gusano y la pata de anfibio
que marcó la arena al salir del mar.
Y soy algo más.

Soy ojos de ciervo y garra del puma,
aguijón de abeja y pies de ciempiés;
soy paja del nido, soy pico, soy pluma,
murciélago, cobra, caballo y mandril.
Pero hay algo más.

Yo llevo en mis huesos la historia del mundo.
Soy todo lo antiguo que en la tierra anduvo;
pero hay algo eterno que brilla profundo,
que fuera del tiempo titila aquí adentro.
Yo soy algo más.
Yo soy algo más.


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Cantos de luna, de fuego y de agua

La luna y el agua

Mira, abuelita:
Se cayó la luna,
Se cayó de panza.
Cayó en la laguna,
Se cayó del cielo,
en el agua mansa.

Upa, lunita,
Sube, mi alma,
Sube a mi mano,
Sube a mi falda,
Que estarás de vuelta
Cuando llegue el alba.

¡Ay, abuelita!
La luna en el agua
Se quebró en estrellas
Que danzan y danzan,
En el agua negra,
En estrellas blancas.

No llores, chiquita,
Por la luna blanca,
Por la luna bella
Que en estrellas danza,
Porque nada es quieto,
Porque todo cambia.

La luna y la estrella
Y las gotas de agua
Se juntan, se quiebran,
Se unen, se apartan.
Porque nada es siempre.
Porque todo cambia.

Lo único eterno
Es el sol de tu alma.

En la casa de abuelita

En la casa de abuelita
hay cocina y comedor.
Ella limpia la cocina
y yo barro el corredor.

Por la noche entra la luna,
Por la tarde entra el sol.

En la casa de abuelita
hay tres puerta y un portón.
Un jardín con margaritas
y otra flor en el balcón.

Por la noche entra la luna
Por la tarde entra el sol.

En la casa de abuelita
hay hamacas y un sillón.
En la hamaca ella dormita
y yo canto una canción.

Por la noche entra la luna,
Por la tarde entra el sol.


La mariposa y la vela

La mariposa blanca,
en otro mundo sueña
que una niña duerme
a la luz de una vela.

La niña está soñando
que la mariposa vuela,
y que en la noche tibia
las dos revolotean.

Y ve que un ala roza
el fuego en la candela.
─ ¡Cuidado mariposa,
que la llama te pega!

A tiempo ya se escapa
la mariposa lela,
de aquel fuego que mata,
de aquel rojo que quema.

Y por la puerta abierta
a la noche serena
ya sale parpadeando
con sus alas de seda.

¿Soñó la niña acaso
a aquella mariposa?
¿Soñó la mariposa
a la niña y la vela?


Quisiera ser...

Quisiera ser...

─Quisiera ser luna
de luz tan plateada,
que el cielo acuna
en nubes rosadas.

─La luna es muy fría,
no tiene esplendor,
su luz blanquecina
¡se la pide al sol!

─ Quisiera ser sol
y luz derramar
de su gran crisol
al campo y al mar.

─ El sol es el fuego
que quema el trigal,
y seca los suelos
e incendia el pajal.

─ Quisiera ser lluvia
y apagar el fuego
que al pasto incendia
cuando está seco.

─ La lluvia constante
desborda el río,
que sale del cauce
e inunda el sembrío.

─ ¡Ay, si no puedo
ser luna, ni sol,
ni agua ni fuego...
quisiera ser Dios!

─ Pues piensa, mejor
en labrar el suelo;
observar la luna
y el ciclo del cielo.
Y si el sol abrasa,
regar los trigales;
y si el río avanza,
abrirle canales.

Sé lo que eres,
no quieras ser Dios;
pues Dios es el Uno
y nosotros, el Dos.

Pícaro pajarito

Un pájaro ha despertado
a mi niño hoy temprano.
Yo salgo a regañarlo,
a la lluvia del verano.

¿Querrá el pajarito callarse
si pongo alpiste en mi mano ?

Le silbo bajito al árbol
que frente a mi ventana
abriga al autor del canto
y lo oculta entre sus ramas.

¿Querrá el pajarito escuchar
a quien de abajo lo llama?

La araña en hilos que flotan
de su trabajo etéreo
tendió su telar de gotas
de una rama del cedro.

¿Por qué, pajarito, no vienes
a ver su tejido aéreo?

Y ya paró de llover:
el sapo croa en la laguna.
La luna salió a encender
las gotas de una en una.

¿Saldrá el pajarito a ver
el arco iris de luna?

Pícaro pajarito,
¿Dónde te habrás metido?
¿De donde viene ese grito
que asusta al niño dormido?

¡Ni mano, ni voz, ni alpiste,
ni tejido de rocío,
ni el arco iris que viste
el cielo azul del estío
te pueden hacer salir
de tu escondite en el nido!

Un poema entrego al viento
en vocablos rumorosos,
y al aire le encomiendo
llevarlo al árbol frondoso.

¿Podrá el pajarito al menos
oír mi verso quejoso?

Pícaro pajarito,
¿Dónde te has metido?
¿De donde viene ese grito
que asusta al niño dormido?

Señor Martinengo

Señor Martinengo
¡Me riega los pies!
Señor Martinengo
¡Me riega la flor!
¡Me riega la planta!
¡Me riega la col!

En mi pueblo había un camión
con un tanque colorado.
Por las calles esparcía
lluvia fina a los dos lados.

De dos tubos extendidos
de metal agujereado
echaba agua en abanicos
como brazos enjoyados.

Y así andaba por las calles
de mi pueblo polvoriento,
con un ronroneo pesado
regando el polvo sediento.

Largaba su lluvia mansa
en las mañanas temprano,
y el arco iris formaba
con las luces del verano.

La tierra mojada y fresca
se amontonaba en bolitas,
y la calle se llenaba
de charcas y lagunitas.

Para beber de las charcas
le seguían las mariposas,
en un muy feliz cortejo,
aleteando, luminosas.

Detrás de las mariposas
los chicos correteaban;
las cogían de las alitas,
las contaban, y dejaban.

Las miles de las mariposas
sorbían el bien sutil,
y una docena de chicos
contábamos hasta mil.

Con la panza llena de agua,
y esparciendo bendición
a chicos y a mariposas
iba el camión regador.

Hoy ya no hay más mariposas
en el brillo del cemento.
Ya no hay más polvo enojoso,
ya no hay insectos sedientos.

Me dicen, con mucho orgullo:
“El pueblo ya está avanzado.”
Y a mí se me hunde el pecho
por el asfalto pelado.

Señor Martinengo
¡Me riega los pies!
Señor Martinengo
¡Me riega la flor!
¡Me riega mi verso,
me riega mi voz!



Sol y luna


A la luna dijo el sol:
Tu dulce resplandor me enternece.
Quisiera que demores tu estancia
en el cielo después de que amanece,
y así puedo admirarte, a la distancia.

Y ella respondió:
Por días, flotando me he quedado,
en el céfiro azul, con esperanza.
Pero tú, feliz y enamorado
de tu propio brillar, me has ignorado.