Monday, May 31, 2010

De las Américas

Sin cola

La víbora del coral
llora anillos de plata,
porque un cholito le dice
que tiene cola de lata.

El chorlo gritón de Chile
llora unas plumas rayadas,
porque un cholito le dice
que tiene cola manchada.

La llama de la montaña
llora en mañana de hielo,
porque el niño le dice
que tiene cola sin pelo.

Víbora, chorlo y llama
ríen una nota sola,
cuando ven que ese cholito
¡no tiene plumas ni cola!


El Norte

Mamá se fue pa’l Norte,
papá se fue también.
Yo tengo a mi abuelita
que vela por mi bien.

Mamá ya vuelve pronto.
Papá un poco después.
Se fueron caminando
¡y se vuelven en tren!

Papá se fue nadando,
Mamá se fue en camión.
Pero los dos juntitos
¡se vuelven en avión!

Cargados de regalos
para la Navidad
o el día de San Diego,
y aquí se quedarán.


El telar y el quetzal

En una aldea del altiplano
teje la niña en telar de mano.
Dice a su madre: ─Para un rebozo
¿cuál será el tono más primoroso?

─Ponle amarillo, como el elote.
O negro, como un guajalote.
Y también blanco al ribetito
como la lana del corderito.

─Esos tres, madre, no son colores
suficientes a mis labores.
¡Quiero un verde iridiscente,
como si fuera un bosque viviente!

Un buen quetzal, que está mirando,
deja una pluma bajar planeando.
Viene a posarse en el telar
y en rica tela, a descansar.

Y el verde intenso, el más precioso,
está ya preso en el rebozo.

Muchacha salinera

De ocultos manantiales
en andinas montañas,
arroyos minerales
traen sal en sus entrañas.

Decantan su salina
riqueza en las canteras
que cubren, blanquecinas,
del cerro, las laderas.

Yo vi llegar a hombres
andando con fatiga,
cargando los terrones
en filas, como hormigas.

Al fin de la hilera
te vi llegar, alerta;
tu carita morena
de blanca sal cubierta.

La bolsa en tu espalda
diestra la sostenías,
y en pliegues de tu falda
un cuaderno escondías.

En él espié, asombrado,
como quien mira a un alma:
habías dibujado
un lucero en el alba.

Ahora, cuando extiendo
mi mano hacia el salero,
a ti, niña, estoy viendo,
a tu alba y tu lucero;

y en ti pienso, cholita,
y en lo que tu alma anhela,
y en esa sal bendita.
que el sueño me desvela.


Trapecista de Buenos Aires

Cuelga alto el trapecio
del techo abovedado,
con la luna y los luceros
en un cielo azul pintado.

Entra el niño trapecista
vestido de ángel, esbelto.
Con postura de artista,
un haz fibroso es su cuerpo.

Las pupilas luminosas
le brillan como azulejos,
y lentejuelas lujosas
le da un aire de espejo.

Cae una cuerda elástica
y el niño la agarra al vuelo;
y en cabriola fantástica
sube con ella al cielo.

¡Artista de las alturas
que sólo hablas con el cuerpo,
tú usas el alfabeto
de los raudos movimientos!

Ahora, con gran donaire,
se equilibra en un pie;
ahora se agarra del aire
mientras cuelga al revés.

¡Ay, trapecista, tú tienes
en tus manos, mi corazón!
¡Tan pequeño y ya vuelas
sin miedo, como un gorrión!

Para agarrarlo en el vuelo
otro trapecio le extienden;
en el aire queda suspenso
en el instante siguiente.

¡Cuidado, mi valiente,
que no se escape la mano!
¡Que tu fiel pulso no tiemble,
y no mires para aquí, abajo!

Saltado al otro trapecio,
su cuerpo de fuerte mimbre,
con preciso movimiento
ya está en la barra, firme.

Pero yo, que soy de la tierra,
lo miro con el alma en vilo;
y a cada segundo me aterra
que su vida penda de un hilo.

De pronto la barra suelta
y va cayendo al vacío.
¡No hay otra mano ni cuerda!
¡Abajo lo espera el abismo!

Niño vestido de ángel,
de ángel sin ala alguna...
¡Si yo pudiera soplarte
y elevarte hasta la luna!

Cuando está ya en caída libre,
casi al final del trayecto,
cae el trapecio ¡increíble!
en el momento perfecto.

¡Ay, trapecista, tu tienes
en tus manos, mi corazón!
¡Tan pequeño y ya vuelas
sin miedo, como un gorrión!


Coya, Coyita

I
Coya, coyita, ojitos de estrellas
¿Tú montas tu llama o andas tras ella?

Envuelta en tu poncho, carita muy seria,
tú bajas al pueblo en domingo de feria.

La luna se mira el reflejo en la escarcha,
y por las quebradas tú sigues la marcha.

Al fin del camino, allá está el mercado.
Amarras la llama y bajas tu atado.

Y en lengua aymará, comienzas la venta:
¡Cinco centavos, señor, por la menta!

Y en lengua española ofreces la leña:
¡Leñita muy seca, cómprele a su dueña!

A la tardecita vuelves al sendero,
y al Camino Inca lo alumbra un lucero.

II
Coya, coyita, que vuelves a cansada.
¿Tú traes a tu llama o ella te arrastra?

Quínoa a la sopa tu madre le echa,
para que tú crezcas muy recta y derecha.

Humita de chala con papa y cebolla.
y en día de fiesta, un cuy en la olla.

Machaca el mortero con fuerza en la piedra.
el grano dorado que nace en la sierra.

Tu padre en el surco lo hizo crecer.
(¡Ay! Y en su tierra él paga alquiler...)

Tu raza fue imperio, y no se te olvida,
por eso, muchacha, tú andas erguida.

Porque en este siglo, cholita esforzada,
la voz de los coyas será escuchada.


Menino bahiano

I

El niño dibujo en la arena y espera,
y piensa en la cesta de peces dormidos
que trae en la barca su padre.

El oro escarlata en la brillante esfera
se ha vuelto ceniza y descolorido,
y un viento de hielo lo barre.

El cielo se cubre de nubes pesadas
y en el horizonte, que era acuarela,
ahora no hay hombres ni barcas.

El mar turbulento en la tarde cerrada
no deja en la costa ni redes ni velas,
apenas un niño que aguarda.

II

─Pescador: tú que sabes del bello trabajo
de hablar con los peces en el altamar.
¿Has visto a mi padre pescar?
─No, no he visto a tu padre pescar.

─Caracol, dulce amigo, que vives abajo
y ves a los barcos encima flotar:
¿Tú has visto a mi padre pasar?
─No, no he visto a tu padre pasar.

─Yemanyá, diosa hermosa: tú eres quien trajo
las aguas del río a llenar la mar.
¿Lo has visto tal vez naufragar?
─Pues sí, pues no... déjame recordar...

III

De pronto y sin causa el mar se serena.
El niño dibuja en la orilla y espera,
y piensa en los peces durmiendo.

Las olas arrojan la barca a la arena,
y el hombre, temblando y cargando la cesta,
le dice a su hijo, sonriendo:

─Ya ves, he venido. Ve y dile a tu madre
que ya he traído la cena.

Copyright©2010

Sunday, May 16, 2010

De esto y de aquello...

Muchos besos

─Papá, papacito,
¿Qué me traes de mañana?
─Te traeré un corderito
para que tejas con lana.

─Papá, papacito,
¿Qué me traes por la tarde?
─Te traeré un angelito
para que el sueño te guarde.

─Papá, papacito,
¿Qué me traes esta noche?
─Te traeré un caballito
para que te lleve en coche.

─ Papacito, hablo en serio,
¿Qué me traes de regreso?
─¿De verdad? Es un misterio...
y, pues, claro, ¡muchos besos!


Redondilla del abuelo

La oficina de mi abuelo
es el más perfecto lío.
La abuela dice ¡Dios mío!
Para mí, en cambio, es un cielo.

Colgados tras de la puerta
Tiene sus quince sombreros
De bombero o de guerrero
Para jugar me los presta.
En las cajas hay tornillos
y viejas diapositivas
y hasta una araña viva
debajo de algún martillo.

También tiene en un armario
un cementerio de anteojos
que me miran de reojo
como extraplanetarios.
En un gran globo del mundo
que esta siempre empolvado
yo vuelo a todos lados
en su falda, en un segundo.

En los secretos cajones,
mezclada con mis juguetes,
hay crema de cacahuete
para trampas de ratones.
Hay hojas llenas de versos,
que creo que son poemas
de muy difíciles temas
del Alma y el Universo.

Hay ruedas de bicicleta,
una alfombra carcomida
y algún resto de comida
debajo de las chancletas.
Y sus libros bienamados
del filósofo Platón
se apoyan en un tazón
de algún café olvidado.

La abuela dice “¡qué inmundo!”
Y el abuelo dice “¡Paciencia!
Que en el orden no hay ciencia
ni tampoco saber profundo.”
Yo, como soy chiquito,
les doy a los dos la razón,
y el amor de mi corazón
que llega hasta el infinito.

Inventos de varón

A mi hermano le regalan
un tren largo y un avión,
y a mí creen que me engañan
con collares y un bombón.

Si a él le dan un arco y flecha
y hasta un destornillador,
yo no quedo satisfecha
con un hilo y bastidor.

“Que las niñas quieren trapos”
“Que los niños, un motor”
“A las niñas” ¡qué sopapo!
“un dedal y un tocador”.

Así piensan los compadres,
los maestros y el doctor,
y hasta el cura, digo, Padre
y hasta el juez y el profesor.

Espérense a que sea grande
y me compre un tambor:
¡Van a verme por las calles
denunciando tal error!

¡Qué se piensan! ¿Somos tontas,
que nos mandan a un rincón?
¡Esas cosas son afrontas!
¡Son inventos de un varón!


Mi gata andariega


Se escapó Fofiña, mi gata ¡De nuevo!
Le digo ¿qué buscas, en noche de truenos?
¿En plena intemperie, en tiempo de lluvia,
de frío, de viento que sopla con furia?

¿Qué haces, mi amor, mi gatita insensata?
¡Ya están en su nido ratones y ratas!
¡Ven, que te mimo y te pongo un lazo!
¡Ven, que te peino y la panza te rasco!

Pero ella se fue, quién sabe a qué andanzas,
saltando en las ramas, quién sabe en que danzas.
Y yo estoy aquí, sin pegar un ojo,
rodando en la cama como el trompo rojo.

Mamá no me deja abrir la ventana.
Y yo la imagino todita mojada...
Mamá no me deja dejarla abierta
en caso de que ella de andar se arrepienta.

¿Estará mi amor buscando la entrada,
temblando de frío y desarropada?
¡Ay! Me preocupa que esté estornudando,
o los bigotitos se le estén helando!

Aunque yo sea su madre postiza,
La amo como ama una madre a su hija.
Ella allá afuera, todita mojada,
y yo aquí en la cama, ¡tan preocupada!

Pero algo me dice: esta gata andariega
anda a sus anchas. Y yo aquí ¡despierta!
¿Estará enamorada, tal vez, de la Aurora?
¿O de un gato vecino, aquel bello de angora?

Me pongo un chaleco y ahora mismo salto.
¡La ventana está a sólo a un metro de alto!
¡Uno, dos, tres, y ya caí de pie!
A ver mi Fofiña... ¡Déjese ver!

Pasa un minuto, o quince, no sé.
Mi reloj a esta hora, pues... anda al revés.
Entre el ramaje, en la noche oscura
¡algo se agita! no estoy muy segura.

Miauuu miauuu .... mieuuu mieuuu...
Venga, Fofina ¡Déjese ver!
De pronto una sombra, en un pino mudo,
dibuja una cola peluda en el muro.

Dos verdes luceros se encienden y apagan
¡Y ahí está mi gata, contenta y ufana!
Le caigo encima y la oreja le agarro.
¡Y ya está conmigo y del collar la amarro!

Trepamos a un árbol que da a la ventana,
y con ella en mis brazos, salto a la cama.
Y sin más un mimo, y sin discutir,
la meto en la cama y la hago dormir.

¡Ay mi Fofinha, no te escapes más,
que para ajetreos ya no tengo edad!

Al ritmo de las Américas

I

Los cuerdas

Diez cuerdas tiene el charango,
que viene del armadillo,
animal algo zanguango
y de espinas, como un rastrillo.

El cuatro de Puerto Rico.
se llama también vihuela;
lo tocan grandes y chicos
de México a Venezuela.

Para bailar el jarocho,
la leona y la jarana
son instrumentos muy propios
de la tierra mexicana.

Con cuerda y coco en un arco,
para danzar capoeira
armamos un birimbao
en la tierra brasileira.

Bailamos la contradanza
con el arpa guaraní
en la selva Paraguaya,
bella tierra del Ibí.

Quédese aquí compañero,
que hoy tenemos casamiento.
¡No sea pájaro agorero,
y temple su instrumento!


II

¡Bailes de mucho rango!


En Colombia bailan cumbia,
al compás del raca-raca.
Escucha bien las marimbas
¡Mira que hacen alharaca!

Y así danza el cubanito,
lo acompaña un bongó.
¡Caramba, que tiene ritmo
para el mambo y el danzón!

Al compás de un bandoneón
otros bien bailan el tango,
hermano de la milonga
y pariente del fandango.

En la pampa el gauchito
zapatea un malambo.
Siguiendo el ritmo del bombo
¡A veces se cae al fango!

Conga, cumbia y merengue,
rumba, samba y fandango,
candombe, tango, y milonga
¡y a no olvidarse del mambo!

Todos vecinos del Congo
¡Son bailes de mucho rango!

Sonidos de la selva

Los bichos cantan

Ven, camaleón, canta el do.
Do re mi fa sol, sol fa mi re do.

Ven yacaré, canta el re.
Re mi fa sol la, la sol fa mi re.

Ven, coatí, canta el mi.
Mi fa sol la si, si la sol fa mi.

Ven, yarará, canta el fa.
Fa sol la si do, do si la sol fa.

Ven, caracol, canta el sol.
Sol la si do re, re do si la sol.

Ven caimán, canta el la.
La si do re mi, mi re do si la.

Ven manatí, canta el si.
si do re mi fa, fa mi re do si.

Vengan todos, cantemos en coro.
Ay, venteveo, ¡que cantas feo!
¡Tú no aprendiste nunca el solfeo!


Para invitar a un amigo a la selva

Yo vivo en esa línea
que divide el mundo en dos,
como dos medias naranja,
¡Muy muy cerca, vivo yo!

Si tú bajas por un río
que se llama Yasuní,
ahí pregunta por el árbol
de la más larga raíz.

Y siguiendo su silueta
llegarás a un manantial,
donde el árbol bebe agua
junto a un cañaveral.

Reconocerás la choza
por su forma especial:
es un triángulo de palmas,
¡igualito a una A!

Cuando llegues mi casa,
buen amigo, te prometo,
andaremos en canoa,
entre musgos y helechos.

Y en el árbol más frondoso
treparemos por las lianas.
Saltaremos de una en una
y dos en dos, como las ranas.

Comeremos la más dulce
de las mieles del panal;
contaremos las tortugas
que hacen siesta en el juncal.

Buscaremos una pluma
de la cola del tucán,
y le haremos mil cosquillas
a la cola del caimán.

Con la sabia de algún tronco
una antorcha prenderemos.
Cenaremos ayampacos
con la yuca de relleno.

A la noche dormiremos
como monos, tú y yo,
colgaditos de una hamaca
que mi abuela entretejió.

¡Ven amigo! que mi casa
abre a ti su corazón!



La tala ilegal


Al final de un sendero enmarcado
en palmeras y orquídeas lucientes,
en un claro escondido en la selva
ahí vive mi pueblo y mi gente.

Un arroyo que refleja el cielo
cruza el valle regado y feliz,
y a su vera plantamos la yuca,
el maíz y la flor de alelí.

Mi familia es del clan de Chiriap,
y a mi tribu le dicen Shuar;
y es tan vieja su historia en la selva
como es viejo el sueño del jaguar.

Si el monte nos regala troncos
que moldea tallando mi gente,
y las hábiles manos transforman
en canoas ligeras y fuertes;

si es del monte la leña y la miel
y los frutos que la mesa cubren,
y raíces y plantas que curan
y los huevos que el nido descubre,

y el pescado que hierve en la olla,
y el fuego de nuestras cabañas,
y las aves que al alba nos llaman
desde el techo dorado de cañas,

¿Cómo puedo escuchar sin un salto
cuando siento que tiembla la tierra
y yo sé que es otro árbol que cae
derrumbado por la motosierra?

Con su carga de ajena riqueza
allá va el ladrón maderero,
con tablones robados del templo,
a venderlos por sucio dinero.

Porque el monte es hogar y universo,
ruego a Arutam, el Dios del Shuar,
que nos libre de las forestales
que se meten al monte a talar.

Al final de un sendero enmarcado
en bambú y frondosas palmeras,
en un claro abierto a machete,
se prepara mi gente, y espera.


David y Goliat


Me siento en el borde lamoso del río.
Ya no eres aquél que venía cantando;
hoy vienes enfermo, viscoso y sombrío.
Lamparones negros te traes flotando.

Recuerdo el tiempo cuando eras hermoso
y el agua corría ligera y sonora,
y los mudos peces en fondo rocoso
veían pasar las ligeras canoas.

Y madres lavaban sus largos cabellos
en pura alegría de tu transparencia,
y el sol en tus crestas pintaba destellos
y aves bebían de tu inocencia.

Un día llegaron con la dinamita.
Talaron la selva, marcaron la tierra.
Dijeron: “la entrada está interdicta”.
Y en selva ajena volaron las piedras.

Perforaron pozos. Cual sapos heridos
explotó su bilis. Gritaron “¡petróleo!”
Y tú y tus afluentes y plantas y nidos,
cubiertos quedaron en chorros de óleo.

Llenaron piletas del turbio barrial,
y el cielo los vio sin poder entender...
Usaron la selva como a un basural:
y sus negros restos dejaron arder.

Las ramas meneaban sus copas cenizas,
sacudiendo el humo del atardecer.
La lluvia bendita se volvió enfermiza
y la gente, asustada, se fue a esconder.

El globo del cielo se enlutó de espanto,
y el sol se escondía en gris espiral.
La última estrella se apagó templando,
y la luna de nácar perdió su cristal.

Un alba sin aves, un río manchado,
esta es mi selva, de los oleoductos.
Un árbol sin hojas, un sol ofuscado
y tubos largando su pérfido eructo.

No creas, mi río, que hemos de olvidarte
y sin más, entregarte a las fuerzas del mal.
¡Deja que digan que somos salvajes
y que no sabemos sumar o restar!

En el calendario de troncos caídos,
y en sus añillos y circunferencias,
contamos las marcan de años de olvido,
sumamos el tiempo de su negligencia.

Hoy, río, te cuento un secreto a tu oído:
¡Mi gente saldrá en fila guerrera!
¡La voz del jaguar despertó a los dormidos
y justa demanda será su bandera!

Dirán que esta es una lid desigual,
que un pueblo pequeño no puede triunfar.
¡Olvidan aquellos que el golpe final
lo ha dado David, derrumbando a Goliat!

Canto para espantar a intrusos de la selva

¡Que oigan las sombras!
¡Que dancen las lianas!
¡Que alumbre la luna
con su luz arcana!

¡A nocturnas bestias
mi tambor invoca,
y en ritmo de guerra
sus fuerzas convoca!

Jaguar majestuoso
de mágico ojo:
¡Vigila la selva!
¡Mira quien entra!

Tucán dorado,
de pico curvado:
¡Pica al bandido
y al entrometido!

Sapo apestoso,
reptil venenoso,
que en la selva acechas:
¡Al intruso echa!

Caimán mordedor,
molar destructor,
¡Muestra los dientes!
¡Muerde al que miente!

Piraña dañina
de boca canina
que pica con saña:
¡Usa tus mañas!

Capibara, carpincho,
cuerpo pelopincho,
de brutas pezuñas:
¡Afila tus uñas!

Cerbatana, arma
que el curare cargas,
recta y ligera:
¡Apunta certera!

Tarántula, araña
de mala calaña,
que trepas las plantas:
¡Al extraño espanta!

Serpiente sonora,
boa constrictora,
anaconda potente:
¡Aprieta a quien entre!

Lianas portentosas,
fuerzas poderosas:
¡Enrosca los cuellos!
¡Quita el resuello!

Anguila eléctrica, oso hormiguero,
mono aullador, murciélago negro,
salvaje ocelote, macaw, tamarino:
No dejen pasar al hombre dañino
que viene a la selva a ensuciar y robar.
¡No lo dejen entrar!

Nutrias gigantes, rosados delfines,
cobra, manatí, mono araña, reptiles,
pantano y ciénaga, cobra y serpiente:
No dejen pasar al hombre que miente,
que viene a la selva a matar y a robar.
¡Échenlo ya!

Que no meta la mano en la selva.
Que no pise la flor y la hierba.
Que no beba del agua sagrada.
Que no moje el pie en la cascada.
¡Que se vaya ya!


Copyright©2010